Quisiera arrancar motor abordando una duda que estuve recibiendo de manera recurrente durante la semana: resulta que la sección de comentarios de la versión online de mis artículos ha estado deshabilitada; y algunos cocinaron y empaquetaron tesis sobre la represión a la libertad de expresión por parte de Big Milenio.
Agradezco la convicción y la vehemencia con la cual las personas que me leen defienden el concepto de la expresión sin restricciones, pero aquí es donde saco la garra y destripo a los dragones.
El Departamento de Expertos Técnico-Tecnológicos y Sabedores de Todo Lo Imposible de ésta cada editorial me informó hace algunos días que la disfunción eréctil de esta página no es nada personal: arrasó parejo con todos los demás blogs. Se me inflamaron las venas, me puse verde y estuve a punto de acusarlos de incompetentes cuando me informaron que esta baja temporal tiene una justificación de acero: Se está mejorando el sistema. ¡Tómala Miguel!
Mis amigos técnico-tecnológicos me comentan que se avecina una revolución cibernética, que los componentes interactivos de la experiencia virtual que supone leer blogs y comentar en ellos a través de MILENIO se verá alterada por completo; y que el resultante será una sección de comentarios ¡Como nunca antes se ha visto! Habrá sonido, video, tacos y agua de horchata. Los usuarios podrán redactar contenidos con sus mentes.
Exagero, pero el tema viene a colación por esto: la semana pasada que publiqué mí escrito y no funcionaban los comentarios me sentí como si le estuviera hablando a un oso de peluche. No sabía si había sido bueno el artículo, malo, regular o una infamia innombrable. La cantidad de gratificación que recibí por haber cumplido con mi deber fue sólo un apéndice de lo que generalmente es, y la experiencia entera se antojó desconocida.
Tendemos a darlo por sentado, pero con esto recordé que antes no era así. No es necesario remontarse a la época impresa: hace poco más de una década -cuando el internet apenas cambiaba sus dientes de leche- la mayoría de los portales noticiosos no le abrían las compuertas a los mortales. Uno leía la noticia y se quedaba con lo que veía, no había injerencia alguna por parte de los demás espectadores.
Hoy en día el becerro es otro. ¿Cuantas veces no hemos modificado (ligera o significativamente) algún punto de vista después de leer algún reportaje y analizar lo que mis compañeros cibernautas tienen que decir al respecto? La experiencia entera de recibir tu puré de papa informativo diario es muy distinta y ya no queda tan sujeta a lo que el medio de comunicación quiso o no transmitir. Pensemos en todos los escándalos, Peña-Nietazos y demás que no existirían sin este ping-pong de dos vías.
En fin, éste balbuceo es mi manera de decirles que los extraño. Por esta vez me limitaré a imaginarme sus felicitaciones y sus mentadas de madre. ¡Qué buenos tiempos!