¿De quién es la culpa cuando un al árbol no se le puso la estaca aun tierno?
Y entonces surge la interrogante que con colmillos y muelas devora el alma de quien vulnerable se la cuestiona dejando al corazón en pelotas con los breves celajes de un par de zapatos maltrechos: “Pero si yo le di todo, lo mejor de lo mejor ¿En qué me equivoque?”
Pero desde allí, desde los “zapatos” de la madre de un sujeto “antisocial” cuenta María Isabel Bustos, trabajadora social, Investigadora de la Universidad del Zulia y estudiosa de la cultura venezolana, no tendremos la posibilidad de saber cuáles son los aspectos o desordenes que se suscitan en el ejercicio de la maternidad para que un hijo tenga conductas delincuenciales. La razón es la que sigue: la madre no está consciente nunca de cuáles son sus fallas en la crianza de sus hijos y menos aún de que está formando un futuro delincuente. Es lo que menos quiere una madre venezolana, que el “hijo le salga malo”.
Soplar y soplar la neblina que deja la huella de una decepción magistral, sumida en la penumbra que dejan los vástagos al partir del cálido nicho de la buenaventura a un quien sabe dónde.
Rebuscando entre razones, María Bustos cita un estudio que devela las características juntas forman un engrudo terrible que suele postrarse en las vida de la mayoría de los antisociales “la precisa historia “En las más de 15 historias de vida de delincuentes violentos de origen popular que recabáramos en todo el territorio nacional en el año 2006 y que sirvieron de insumo para la publicación del texto: “Y salimos a matar gente” bajo la coordinación del Dr. Alejandro Moreno, se pudo encontrar en todas las referencias a la infancia, que la familia está ausente o con una presencia desvaída. Aparecerá más tarde, pero siempre como poco significativa. El padre puede fallar, pero la madre no. Por eso siempre hemos afirmado que el malandro con madre puede resultar rescatable, pero el malandro sin madre o sin referentes afectivos maternos, no tiene remedio”.
Hablando ya de los irreversibles, “el estudio permitió identificar que el malandro más cruel y con mayor número de asesinatos no era el malandro que carecía de madre física, sino el que había sido rechazado por ésta. El que fue lanzado a la calle a trabajar por causa de un padrastro, el que la madre abandonó sin explicación alguna, el que la madre maltrató, ofendió y humilló de manera inmisericorde. El que no significó nada para ella. El “ninguneado” por la madre, ese es el sujeto más peligroso, el que mata por prestigio, el que mata en cualquier momento y por cualquier razón. La mayoría de las historias de nuestros sujetos -afirmamos en el texto citado- pueden ser definidas como historias de ausencias: ausencia de familia, ausencia de madre, ausencia de afecto, ausencia de relaciones vinculantes, ausencia de atención. De este modo, se constituyen en personas relacionadas sí -sujetos populares, venezolanos al fin, marcados por la relación como constituyente cultural- pero sin lograr establecer núcleos afectivos integradores, nudos afectivos sólidos. La relación la establecen no por la relación misma, característica popular, sino con un fuerte sentido de utilidad, esto es, para sacar provecho de ella, o lo que es lo mismo, como instrumento de manipulación”, demarca Bustos.
¡Es que los valores se fueron por el caño! Cascarrabean las más añejas, empero María Bustos afirma que “no podemos hablar de un proceso de degeneración de valores puesto que los jóvenes en todos los tiempos y en todas las sociedades siempre han tratado de desvalorizar algunas cosas que vienen desde el pasado y valorizar lo que a ellos les parece nuevo. Así que no se puede hablar precisamente de pérdida de valores de la sociedad venezolana. Alejandro Moreno asegura que los valores cambian y las sociedades cambian, el problema se da cuando cambian valores relacionados con la sobrevivencia de todos. Eso no está ocurriendo en Venezuela, hay grupos que nunca han tenido esos valores, y los delincuentes nunca han tenido los valores de preservación que tiene la sociedad, por eso son peligrosos”.
Recuerdo lo que mi primo David Palis comentó casual en un paseíto de carretera, precisamente el idilio que el malandro tiene con su cañón, una devoción abominable, el hierro como una deidad a la que se le debe respeto, acarrea poder y temor de dios.
Igualmente, cuenta María que “el valor rige la conducta y para los delincuentes puede ser un valor la cantidad de personas que haya matado. Eso le da reconocimiento en su comunidad y con el grupo de pares de la banda delincuencial”.
Receta fácil para preparar un delincuente en casa
MIB: Todos los sujetos entrevistados en el texto citado indicaron “pasos” o “momentos” por los que todos pasan para integrarse en la vida delictiva:
– Conducta desadaptada desde muy temprano
– Relación débil con el grupo familiar
– Pequeños robos, alejamiento progresivo de la familia
– Predominio de la calle sobre la casa
– Salida por largo tiempo de la familia y vida en calle
– Integración a un grupo delictivo juvenil
¿Cómo podría fumigarse dicha plaga en el proceso de crianza aun sumida en el estilo de vida moderno?
MIB: Quien verdaderamente educa es la familia y la escuela refuerza, por eso la relación entre familia y educación en Venezuela es muy estrecha. En algunos casos la escuela suplirá asuntos que en la familia no se dieron.
La figura de la madre en Venezuela es insustituible. La madre aunque tenga que salir a trabajar sabe a quién delegar el cuidado de sus hijos.
Los medios de comunicación (excepto en momentos críticos) de la sociedad, no tienen la influencia que se les asigna, porque nuestra gente sabe procesar la información.
Fabiana Fuentes
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