Belgrano es una equipo sincero. Siempre cumple con lo que se espera que haga. Nunca menos, casi nunca más. Belgrano es, también, un conjunto simple. Rinde más para adentro que para afuera. Así le clavó a River, 11 meses atrás, la daga más grande de su historia. Por la misma vía ayer superó a Vélez y cuatro fechas antes del cierre del este torneo se desentendió hasta la próxima temporada de esas tensionantes cuestiones de promedio.
Los de Ricardo Gareca, ayer, no fueron siquiera un equipo B porque jamás alcanzaron la condición de equipo. Este Vélez, que tuvo que poner el pecho porque el otro Vélez está metido de cuerpo y alma en el partido ante Santos, por la Copa Libertadores, fue un grupo de jugadores ataviados con la camiseta tradicional pero imposible de relacionar con el otro. A pesar de Montoya -el mejor-, el Tano Ortiz, Canteros y el Mago Ramírez.
El oficio de los cordobeses gobernó un partido de pobre nivel. Ya en la primera etapa había llegado más que su oponente. Con Marco Pérez que resolvió mal un pase, por un cabezazo de Mancuello que aprovechó una frágil salida de Montoya y con un disparo de Farré que bloqueó el arquero. El local, en tanto, con indisimulables problemas para asegurar la circulación de pelota, vivió una aproximación a Olave con el pibe Blanco, quien no llegó a controlar un balón de frente a la valla.
Cuando Silvera, poco después del primer cuarto de hora del complemento, cabeceó cruzado un centro enroscado de Mancuello y estableció el 1-0, ahí quedó resuelto el mayor problema celeste en esta etapa del Clausura. ¿Cómo marcar un gol? De hecho, a pesar de haber cumplido anticipadamente su máximo objetivo deportivo del año, aún tiene más goles en contra que a favor.
El escenario que se le presentó después de ponerse en ventaja, Belgrano lo conoce de memoria. Desde la idea de Zielinski, a sus intérpretes les sale fácil pegar las dos líneas de cuatro hasta formar un bloque granítico, meter y meter con esos corsarios de la fricción que son Ribair Rodríguez, Teté González y Farré, contragolpear por los espacios que provoca la desesperación del rival y no dudar en lo que haga falta para complicar el tránsito hacia Olave.
Este Vélez desteñido y armado de urgencia con lo que sobró del grupo principal, ése que irá a Brasil con la intención de volver a neutralizar a Neymar y compañía, jamás supo ni pudo hacer zozobrar el oficio de esos tipos que estaban en frente, rodados y curtidos para apremios mayores. El último esfuerzo lo hizo con un centro de Jonathan Ramírez que resolvió Olave y un zurdazo del otro Ramígez que cerca estuvo de meterse en el segundo palo.
Después, Belgrano pudo ampliar la diferencia. Montoya lo evitó con un mano a mano ante el colombiano Pérez, el moreno volvió a desperdiciar un contragolpe de sencilla resolución y el arquero se quedó con un cabezazo de Farré.
Belgrano está de fiesta porque ya disfruta lo que se planteó con humildad. Vélez resignó parte de sus chances en el Apertura porque eligió jugarse al oro y el brillo de la Copa Libertadores.